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18/5/17

Tiorías

Tiorías

 No son los chistes que cuenta el hermano de mi mamá…
yo tengo mis propias tiorías sobre la vida (y debajo de ella)
(de la vida) una que he intentado extender con nulo éxito
es la de la desaparición de los salones de baile, para dar
paso a supermercados, de hecho en estos días por mi pueblo
cayó otro… no sé que irán a abrir ahí, pero fijo viene otro
chino con todo y chivas… y eso, como decía, se debe a que
hace veinte años, en esos salones de baile, se “fabricaron”
muchos bebés… los que hoy necesitan ser alimentados, por
eso el cambio de salón a supermercado… lo repito a ver si
la entienden y se la meten en la cabeza (la tioría) también
hay unas que no las he inventado yo, está la tioría de la
“envolución” (¿o era de la embolia? (la que tengo yo en el
cerebro ya)) esa dice algo así como que los animales que
habemos ahora en la tierra no siempre estuvimos aquí
al menos yo estoy completamente seguro de que no he
estado aquí siempre (antes estuve en la escuela… creo…)
pero más antes tampoco estaba, es un poco complicada
esta tioría, pues a algunas (¿han notado que si le cambian
una letra a “algunas” dice “lagunas”?) personas les choca
que hayan descubierto que somos familia de los monos…
y dicen que no, que la tioría verdadera es la que viene en
la biblia de que juimos criados por dios padre hijo y espíritu
santo… (que sí, que hay muchos que se les hace un enredo)
pero todo eso de la “involución” es muy tedioso hasta para
mi… yo prefiero aquella de la generación espantosa…digo
espontánea, cuando las mosquitas salían por si solas de las
boñigas de las vacas sin necesidad de costosos huevos ni
atrasos por el estilo… o había una muy bonita que también
me gustaba, de la antigua Grecia creo, que consistía en que
al principio todo estaba desmembrado… andaba una cabeza
por aquí, un brazo por allá, una pierna por acullá, y que se
pegaban unos a otros a ver qué figura formaba (igual que
cuando se me perdía la mayoría de los legos y tenía que
improvisar para ver como armaba algún muñeco medio mal
hecho) y que al final de todo el cuento, sobrevivía el que
quedara más guapo… (igual que ahora) unas tiorías no las
entiendo (ni otras tampoco) como esa de la tioría de cuerdas
(o de locas más bien) que cuando la mencionan me imagino
una guitarra o algún otro instrumento de cuerdas, como…
como… mmm, como… la guitarra… otra guitarra… bueno
esa es tan intrincada que ni siquiera me he dado a la molesta
tarea de averiguar de qué se trata ni para qué sirve… en
realidad, toda esta basura no sirve para nada ¿me da de
comer? ¿me da para vestir? ¿me procura un techo digno?
pues no… entonces ¿qué hago aquí tiorizando sobre asuntos
sin importancia? tengo una tioría…  ¿eh? que me dicen
aquí con el indicador electrónico que no se dice “tioría”
¿también me va a salir con que no se dice “lión” ni liopardo,
ni lio-té… ni “bacalado”? qué gente que le está “cambeando”
las letras a las palabras cada rato… me dicen que se dice
teo-ría… o sea tiene que ver con algún dios y la risa… o la
burla que nos han hecho respecto a todo esto… yo digo
que todo esto es un bananal… que diga, vanal y ya me
voy porque acabo de darme cuenta de que me vine con
la camisa sucia y tengo que ver como disimulo durante
todo el maldito día para que se fijen los menos posibles...




14/4/16

Bien Tós De Cambio

Bien Tós De Cambio

 No sé si recuerdan aquella famosa canción de Scorpions que
llevaba por título “güin on cheins” (lo siento yo siempre la
“cantaba” así) la cual nos hablaba disfrazada de balada, los
vientos del cambio que se daba allá a principios de los noventas
(que no vendían nada (bueno los escorpions si que vendieron))
Y si no recuerdan esa canción, menos van a recordar esta
Columna de hace casi un año que escribí referente a los cambios
significativos que he visto en mis pueblos (porque son varios en
los que habito en esta vida rutinaria) con el asunto de haber
tenido salones de baile para gestionar bebés y quince o veinte
años después haberlos convertido en locales de abastecimiento
de comida para alimentar a esos bebés, como quien dice: causa
y efecto, desde hace un año o algo así, que frecuento uno de
esos lugares a comprar los víveres para -como la palabra lo dice-
vivir unas horas mas, al menos sin tanta hambre… Y hastora me
percatao de la diferencia del local, hoy, entré como si cualquier
cosa al otrora salón más famoso de mi comunidad, que durante
no sé si treinta años funcionó como centro de diversión,
esparcimiento, quinciaños y bodas que traían su rato de baile,
juerga, amoríos (en realidad, nunca para mí) y muchas, se podría
decir, que aventuras y recovecos de la juventú… de repente, se
me vino a la cabeza un nostálgico recuerdo (pero fue una bolsa
de arroz que me cayó encima) de aquellos años perdidos en el
tiempo y también de perdidas de tiempo retozando en aquel
salón, oscuro y acogedor (igual, nunca para mí) caminando entre
los estantes recordé las luces de la discomóvil y las parejas tiradas
a pista en un estrepitoso y bamboleante rito de movimientos
merengueados y cumbiados de esa época, en la cual si ponían
salsa tenía que salirme pa juera, porque no la soporto… y ahora,
es por la salsa (de tomate) que me tengo que quedar buscándola
en su respectivo anaquel a la par de la mayonesa y la mostaza…
recorría los pasillos, imaginando la bolota de espejos que reflejaban
esas luces y deslumbraban a los bailantes y a los que muy
modestamente dábamos vueltas como idiotas (eso sí, siempre
yo era uno de tantos) es decir, los perdedores buscando a la fea
del pueblo pa’ sacarla a bailar… por que de otro modo eramos
sonaos, si teníamos la osadía de invitar a bailar a alguna que no
fuera de nuestra condición (feos y pobres) y de pronto, en esas
vueltas y envuelto en la niebla con olor a coco, choqué contra el
frigorífico de la leche, la natilla y los quesos, devolviéndome a la
realidad presente, pero luego, vi como a través de un umbral del
tiempo, la barra donde se expendían bebidas y uno se sentaba
a charlar a gritos con los amigos (bueno, yo no, nunca tuve plata
para bebidas… ni amigos) me fui acercando para intentar tocar
aquel espejismo temporal y en eso el dependiente, cogiendo el
café, el azúcar, el arroz, la salsa, la leche y la mortadela, los pasó
por la maquinita cobradora y me dijo con cara de empresario
recién galardonado con el premio a cliente del mes: ¿alguna otra
cosita? yo, más ensimismado que un jugador de ajedrez calculando
las consecuencias de un movimientole contesté: sí, sí, unos
chocolates pa´los chiquitos… (que en realidad ese antiguo salón
no tuvo nada que ver con su gestionamiento… digo gestación)
y después de todo: qué bueno que hayan puesto comida
en vez de las viejas estiradas que siempre me “sonaban”…