El Puente
Según parece el factor cronológico no importa, así
que me limito a decir nada mas que podrían ser las
nueve de la noche, regresaba del centro del pueblo
de efectuar algunas diligencias y aparte de ingerir
uno que otro traguito , pa’ calentar la noche, que
envolvía oscura y tenebrosa las solitarias calles y
barriadas aledañas.
Caminando, caminando, por las piedras, con mis
zapatillas nuevas, iba ganando terreno por la ruta
que me conduce a casa, al sur del poblado, los grillos
practicaban su usual concierto y se mezclaba con
el canto del río que se deslizaba a la par del camino.
En determinado momento, debía desviarme de la
calle principal para tomar el callejón hasta mi humilde
vivienda, con la oscuridad y los deseos de que aquello
terminara rápido, la distancia entre el pueblo y dicha
intersección me parecía eterna.
Por fin, divisé la bocacalle, me detuve un momento
pues mi cigarrillo se había consumido en su totalidad
así que con cuidado , encendí otro, la brisa estuvo a
punto de apagarme la cerilla, con ambas manos, logré
mantener la llama y pronto, el humo entraba y salía
de mis pulmones, tosí un poco.
Alcancé la desviación y enfilé mis pasos hacia mi casa
un poco mas tranquilo, faltaban si acaso doscientas
varas para llegar, pude ver el puentecito que salvaba
el río que corría al lado de la calle por donde había
venido yo caminando lentamente.
Era ancho y hecho en madera de roble, las tablas del
piso estaban un tanto separadas entre sí, por lo que,
había que tener cuidado a la hora de cruzarlo, mas o
menos nueve metros se extendía por encima del río y
un barandal a ambos lados terminaba su sencillo
diseño.
Mi pie derecho entró en el puente, en ocho o nueve
pasos podría ser cruzado, pero esta vez algo hizo
que me detuviera en la mitad del trayecto, de reojo
vi algo que se erguía a mi izquierda, no sabía de que
se trataba, no lo vi cuando entré al puente.
Aparentemente era una persona, de pie, recostada
en la baranda, de mi izquierda, a duras penas fui
volviendo mi rostro hacia la figura, traté de saber
quien, a esas horas, permanecía fuera de su casa.
Solo vi un tipo con un sombrero sobre su rostro
que impedía reconocer sus facciones, vestía muy
elegante, nunca lo había visto en mi vida, al notar
que lo miraba, se inclinó un poco, cuan alto era y
me dijo con una voz horrorosamente hueca :
-¿Tenés fuego ?-
Recordé que venía fumando, y busqué en mi bolsillo
la cajita de cerillas, casi seguro de mi mismo, se la
alargué, el desconocido extendió su larga mano
pero al tomar la cajita, pude ver algo extraño: sus
dedos, no tenían piel, así como el dorso de su
mano, el hueso desnudo fue lo que alcancé a ver.
Tragué grueso, el espectro lo notó y llevándose
el cigarro que acababa de encender con mis
cerillas, a la boca estalló en una sonora carcajada
echó su sombrero hacia atrás y me mostró un
rostro totalmente descarnado, una calavera
viviente, las cuencas de sus ojos me miraban
vacías, sus dientes bailoteaban en una interminable
y macabra sonrisa.
-Gracias-, me dijo con la misma voz profunda
No le contesté, sin pensarlo dos veces eché a correr
sin mirar atrás, pero al llegar al otro extremo del
puente, tropecé con la última tabla, perdiendo mi
zapatilla izquierda, no podía dejarla, eran muy caras
además así no podía seguir corriendo.
Me devolví en la oscuridad y al inclinarme a recoger
mi zapatilla, lo vi de nuevo, estaba de pie a mitad
del puente, fumaba tranquilamente, cerré los ojos
me coloqué la zapatilla y reemprendí la huida.
No recuerdo como llegué a casa, pero a la mañana
siguiente mi padre me despertó, al despabilarme
me señaló el piso, en el sitio donde dejé las
zapatillas, faltaba la izquierda, en su lugar estaba
una chancleta vieja y usada.
Fin
No hay comentarios:
Publicar un comentario