El Riachuelo
-Apúrate , Juan, vea que ya lo estoy aterrando-
-Ya voy, tío, es que ya hace “mucha” calor-
-Son apenas las diez y “usté” “cansao”, a clase de
“pión”!-
La volada de cuchillo no era fácil, el corte estaba
muy encharralado, el tío Quincho ya tenía harta
experiencia en destajos y el pobre Juan la estaba
viendo fea.
Se ponía la mano en la frente a modo de visera
para ver si ya venían a dejarle el almuerzo, pero
a lo largo del potrero solo se veían piedras y uno
que otro árbol que bordeaba el riachuelo cuyo
cauce adornaba la finquita de Quincho.
-Pucha , sí , tenés razón Juan, hace calorcillo-
-Y las viejas , nada que aparecen con el agüita-
Continuaron la chapia, cortando la maleza mas
tupida, en un momento dado, Quincho captó con
el rabillo del ojo a alguien que venía, riachuelo
arriba.
-Mirá vos, ¿ quien será aquel ?-
Juan miró a lo lejos y notó que el extraño venía
caminando por las aguas del riachuelo, que no
eran muy profundas, si acaso le llegaban a las
pantorrillas, cuando se fue acercando, tío y
sobrino distinguieron sus facciones, morenito
achinado, casi un niño se diría, con el pelo
recortado tipo “taza”, y vestía con camisa abierta
blanca y pantalones café.
Los chapiadores dejaron su labor e intentaron
acercarse para averiguar quien era el chico
este los miró desde el riachuelo, se detuvo un
momento, sonrió mostrándoles una blanca y
pulcra dentadura, acto seguido, avanzó por
la pocita a la que había llegado y sin mas se
hundió totalmente.
Un escalofrío recorrió las espaldas de nuestros
amigos, se miraron uno al otro y sin querer saber
mas sobre el asunto , emprendieron la carrera.
Mas allá, sudorosos y exaltados, se toparon con
sus respectivas esposas que les llevaban un gallito
les contaron el motivo de su alterado estado, a lo
que la esposa de Quincho respondió :
-Ah !, a ustedes les afecta demasiado el hambre !
FIN
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