26/5/08

El Bulto Luminoso
A Guillermo le había cogido tarde, iban a
dar las siete de la noche y aún permanecía
en la cantina entre trago y trago, el bolso
con las compras permanecía a sus pies,
mientras el, muy orondo, colgaba del banco,
apoyando sus codos en la barra, el cantinero,
lo alertó:
-Vea que usted vive muy largo y ya va siendo
hora de cerrar, hace ya mucho rato que anda
haciendo mandados y en su casa deben estar
preocupados-
-Si es cierto-contestó Guillermo, con la voz
pastosa y arrastrando un poco las palabras,
signo característico de estar “chispiado”-bueno,
¿Cuánto es?, me voy-
Una vez pagada la cuenta, se encaminó afuera,
dando tumbos, con la bolsa de los mandados al
hombro.
Tomó la calle que lo conduciría hasta su vivienda,
unos cinco kilómetros de recorrido, por un camino
polvoriento y pedregoso, rodeado de cafetales y
breñones, y una que otra casa, aquí y allá.
Los pasos que daba Guillermo no eran muy seguros
que digamos, en la oscuridad, donde solo se
apreciaban algunas candelillas, estuvo a punto
de caerse en el desagüe en varias ocasiones,
el guaro ingerido le hacía efecto por momentos,
y por momentos tenía sus lapsos de lucidez,
aunque le iba a costar llegar,caminaba tranquilo
con su tambaleo ligeramente moderado.
Calculó que solo le faltaba un kilómetro lo mas para
ver su chocita, allá metida entre el follaje, con la luz
encendida esperando su llegada, calculó también
que con la borrachera que se cargaba, se le
dificultaría subir la última cuestilla, por lo que
decidió descansar un rato a ver si se le bajaba
un poco la tanda.
Todo en silencio, no le sorprendió a Guillermo,
pues más de una vez le había pasado que le
anochecía de camino y tenía que llegar sin ninguna
luz a su casa, la cuesta lo esperaba y se sentía
cansado, el aire húmedo golpeaba levemente su
rostro, cubierto por una fina barba, suspiró y miró
al cielo, en este, titilaban alegremente las estrellas,
síntoma de que se aproximaba el verano.
La brisa continuaba meciendo los arbustos que
cercaban la calle y ya daban las ocho en el lejano
reloj de la iglesia, cuyas campanadas se dejaban
escuchar hasta aquella distancia, se encasquetó
el sombrero, volvió a echarse la bolsa al hombro
y empezó a caminar por la pendiente que ascendía
gradualmente hacia el sur, y divisó la primera curva.
A través de los arbustos y matorrales notó algo que
llamó fuertemente su atención, una luz, o un objeto
luminoso se movía, y lanzaba destellos que horadaban
la penumbra de la noche, Guillermo un poco
tembloroso avanzó despacio, hasta enderezar el camino
y encontrarse frente a la aparición.
Permanecía a unos cincuenta metros iluminando
levemente el entorno, era como un bulto blanco que
alumbraba.
-¿Será un ánima en pena?-se preguntó Guillermo
para sus adentros.
- La “Santésima Trenidá”, ¿y ahora que hago?, ese
espanto está en medio camino-
Con su mano libre se persignó mínimo catorce veces,
pensó en gritarle que se le ofrecía, pero su voz se
negó a salir de su pescuezo.
El bulto permanecía inmutable, moviéndose en sí
mismo y lanzando de vez en cuando un destello de luz
que encandilaba al pobre Guillermo, que congelado por
el miedo se había quedado de pie esperando que un
milagro se produjera y el espectro desapareciera de
su vista, lo cual después de un rato… no sucedió.
-¿Será que vengo tan jumado, que ya estoy viendo
los “azules”?-
Pero el objeto parecía muy sólido, moviéndose pero
sin avanzar ni retroceder del sitio que escogiera para
asustar a aquel pobre cristiano.
-A … no !-, se dijo Guillermo-yo tengo que cruzar, sea
como sea- pero no se animaba, intentó un paso, y sus
pies parecían engarrotados, con mucho esfuerzo por
fin pudo avanzar, caminó despacio con el afán de no
ser detectado por el temible bulto, poco a poco se
acercó y mientras lo hacía, sus ojos desorbitados
contemplaban aquel engendro demoníaco, era un
ser extraño de forma sosa, la luz provenía de lo
que aparentaba ser su estómago y se movía de
arriba a bajo , de derecha a izquierda, cuando lo
tuvo a menos de dos metros, distinguió un par de
piernas que le salían de un agujero en la parte
superior, escuchó un murmullo y paró en seco.
De la borrachera que traía hacía un rato, no quedaba
ni rastro, en cambio el sudor le resbalaba por las sienes
y mejillas, el susto no podía ser mayor, al parecer,
el bulto se percató de su presencia y levantando la luz
que al parecer era con lo que veía la dirigió hacia
Guillermo.
-Estoy perdido, me vio- y la cegadora luz dio de lleno
en su rostro-No me haga nada, por favor señor!!-
exclamó afligido Guillermo-y soltó todas las oraciones
que se sabía y hasta unas inventadas en aquel momento.
-¿No me haga nada de que?-le contestó una voz conocida-
¿Memo?-
-¿Que?, ¿Ñor Nando? ¿es usted?-
-¿Y quien mas?, muchacho de Dios, ¿porqué lo veo tan
apurado?-
-Que usted me ha dado un gran susto! ¿Qué hacía metido
entre ese saco con el foco encendido?
-Pues, no ves que voy para San Joaquín con el diario y me
agarró hambre de camino y estaba buscando un bollo de
pan que estoy seguro que compré y lo metí por aquí…
en algún lado-…

FIN

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