Con un poco de ayuda de mis bucaneros cibernéticos he
estado redondeando ciertas teorías acerca del ser humano
(¿se habrán dado cuenta ya?) y de momento empiezan a
aparecer resultados aunque no muy satisfactorios si muy
interesantes, en un análisis profundo de porqué mis zapatos
duran más tiempo que los zapatos de un amigo, el amigo
me indicó:
-es que siempre “me ando” tropezando en la calle-
Ahí está… si se anda “meando” en la calle, es posible que
parte de de la meada, caiga directamente en sus zapatos
lo que los llevaría a deteriorarse más rápidamente, pues el
orín (u orina, depende si es macho “u” hembra) tiene unas
cualidades corrosivas bastante fuertes, díganselo al vecino
que yo le quemé el pasto de su zona verde a puras meadas
por lo que esta acertada afirmación me llevó a formular una
solución para el problema que aqueja a la humanidad: saber
porqué envejecemos (será saber, porque evitarlo no podemos)
y es precisamente porque llevamos dentro siempre una
buena cantidad de orines, y estos nos corroen poco a poco
y nos envejece, es como un oxidante del cuerpo, y lo que
se me acaba de ocurrir: que aún hay necios que se empeñan
en que tomar meados es medicinal ¿a quién se le ocurre
semejante animalada? tomar orines es adelantar el doble
el envejecimiento (aparte de que deben saber a diablos)
es como darle “ffwd” a la película en DVD… se termina
más rápido… pero, a otra cosa: también comentaban
sobre los amigos, en alguna parte leí que una persona
saludable, debe hacer un amigo al año, si tenemos que
al salir de la escuela a los doce años, hacemos alrededor
y en promedio de veinte a treinta amigos, y vivimos noventa
y dos años (eso para que me sea más fácil la ecuación) en
el transcurso de nuestra vida, llegaremos a tener entre
ciento diez y ciento veinte amigos (sin tomar en cuenta los
que se mueren de camino) entonces no es tan buena idea
pues a los noventa y dos años, hecho un viejo decrépito
(y más si retiene líquidos) y tener una lista tan grande para
dar regalos en navidad, se puede morir uno de un disgusto
(o de viejo) y aún más, si en ese tiempo fue un adicto a la
interné, puede hacer mínimo millón y medio de amigos en
las tales redes sociales, la ventaja de éstos amigos cibernéticos
es que con una tarjeta virtual se complementa lo de los
regalos, ahí perdería el sentido aquella canción que decía
“yo quiero tener un millón de amigos” (y que me regale
un dólar cada uno) la primera frase no tiene sentido, la
segunda sí… y esto implica una paradoja, en la cual, no vamos
a entrar, más bien vamos a salir, porque ya me está haciendo
señas aquí, que deje queditos los dedos…
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