21/2/11

A Estas Alturas

A Estas Alturas…

 Y no crean que es que voy volando en un supersónico (pero no
me refiero a esos que dan en el tele) si no que si no me he sentado
a pensar en lo que llevo vivido y falta todavía, es porque no me
da tiempo, pero debería hacerlo… al rato no, porque según algunas
meditaciones que me han surgido, a estas alturas de mi vida son
pocas las cosas que me puedan cambiar o sorprender, por ejemplo a
estas alturas, lo único que me causaría una depresión verdadera
no sería la falta de amor, ni la falta de compañía, ni amigos ni el
trabajo… sería la falta de dinero…, pues sin dinero no podría comer
ni vivir, para esa gracia mejor me muero… ya ven que no me afecta
ni la falta de inspiración, pues hoy no tengo ni pizca y aquí estoy
metido en el blog, aburriendo con análisis fortuitos (fortuito: que
todos los días levanta “pesuitas” y tiene muchos “musculuitos”)
a estas alturas, lo que me da paz, no es que los países no estén
en guerra, si no un par de anfetaminas que siempre “convino” con
“bino” (¿o es al revés?) y una buena película que me saque el estrés
donde pueda ver bastantes cabezas y extremidades rodar y que
no atrapen al asesino, ojalá que sea inmortal, y hablando de
películas, un día me invitaron a ver una y al principio ponían un
rótulo que decía algo así como “doble zorrón” entonces creí que
era de esas con un montón de equis, pero me explicaron que ese
término se refería a un antiguo sistema de sonido que le ponían
a las películas antes, cuando no existía esa cosa del cinco punto
uno, en la que debes tener varios parlantes para escucharlo todo
que por cierto, la primera vez que me invitaron a ver una con
este nuevo sonido, me senté en un sillón que debajo tenía unos
parlantes y cuando en la película empezó el tiroteo, los casquillos
de las balas me tintineaban debajo del culo y a estas alturas de
mi vida, no consigo mantener un tema por más de dos renglones
seguidos, esto me recuerda mi famosa frase: “Si Dios escribe recto
sobre renglones torcidos, yo soy mejor que él, pues escribo todo
torcido, pero no hay renglones…” a estas alturas mi ego llega casi
al techo y no me lo puedo bajar (el ego) se que me estoy comprando
enemigos y no me importa, sé que mi vida declina y no me importa
estoy consciente de la consciencia y tampoco me importa, se que
nunca aprenderé a escribir… y cometo asesinato literario (que
preferiría que fuera “litúrgico”) pero es lo que tenemos.

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