Serian aproximadamente las cinco de la tarde cuando Víctor ingresó en la cantina del pueblo, era viernes, corría el mes de octubre y las calles de Santa Maria de Dota eran barreales casi intransitables producto de las intensas lluvias que habían arreciado aquel año perdido en la memoria; después de una ardua semana de trabajo, los campesinos que tenían el vicio de tomar licor, se reunían en el único local que expendía esta bebida en Santa Maria hasta altas horas de la noche ; Víctor se abrió paso entre los concurrentes y se sentó frente a la barra o mostrador de la cantina, pidió un trago, luego otro y otro y así fue transcurriendo, lentamente la noche, hasta que como a las nueve, se acordó que al otro día debía trabajar y necesitaba comprar unas cosas para el almuerzo, que el mismo se prepararía, pues era aún soltero a la edad de treinta y seis y sin esperanza de casarse, pues con aquellas borracheras de tanda ninguna mujer lo veía con buenos ojos y menos los suegros, bueno, la cosa es que se levantó del banco, se ajustó el sombrero, alistó el paraguas, pues aun llovía y se dispuso a salir, no llegó a la destartalada puerta, cuando un tipo extraño al que nunca había visto antes se le atravesó en el camino.
— ¿Quiere ser millonario?—
Le preguntó el desconocido, Víctor trató de reconocerlo, mas, en la penumbra del lugar, solo dejaba ver dos brillantes ojos que chispeaban bajo un sombrero de ala ancha.
—N-no sé ¿qué me quiere decir con eso?—
Tartamudeó Víctor.
—Repito ¿le gustaría llenarse de plata y riquezas?—
—Pues, claro que si ¿cómo le hago?—
—Venga lo invito a mas guaro y hablamos—
El desconocido y nuestro amigo estuvieron platicando alrededor de dos horas mas en aquella vieja cantina, el bullicio se fue desvaneciendo cada vez mas hasta que a deshoras de la noche y con una juma infernal, Víctor se encontró caminando hacia su casa donde vivía solo después de regresar de la zona sur, donde había trabajado en la compañía bananera que en ese entonces contrataba a gente del país y muchos jóvenes iban a probar suerte allá, sin embargo Víctor había salido por problemas con algunos compañeros; La cuestión es que desde esa noche en la cantina un solo pensamiento se apoderó de su cabeza y era el de hacerse millonario de la noche a la mañana, aquel extraño le contó el secreto, que le ilusionaba, pero a la vez le daba un poquillo de miedo, el sábado no pudo ir a trabajar por la terrible goma que le agobiaba, al mediodía, como no había comprado nada para almorzar, decidió visitar a su primo Filán a ver si lo invitaban, este vivía en el barrio INVU situado en el centro de Santa Maria, durante el almuerzo Víctor estuvo callado sin mencionar ni media palabra, Filán notó la preocupación del visitante pues generalmente era muy hablantín y le preguntó que le pasaba
—No, mirá, otro día hablamos—
Fue la respuesta del ensimismado Víctor, no quería contarle aun a su primo lo del secreto pues la esposa de Filán se encontraba con ellos y no debía importunarla con cosas que tal vez ella no aprobaría.
La siguiente semana, pasó como de costumbre y otra vez el viernes ,Víctor para la cantina, sin tocar aun el quicio de la puerta, sintió una mano sobre su hombro derecho, se volteó y de frente se encontró a Filán con su cara salpicada de lunares y su sonrisa característica de persona siempre alegre.
—Vení Víctor y nos tomamos unos traguitos mientras me contás porqué andás tan distraído últimamente.—
—Está bien pero vamos a un lugar alejado de todo el mundo para que no oigan el secreto—
Pasaron y ordenaron un litro de guaro para estar más tranquilos.
—Pues resulta —empezó Víctor—que tengo un plan que me contaron para hacerse millonario—
— ¿Millonario?—se sorprendió Filán—no me digás que andás metido en brujerías —
—Pues mas o menos de eso se trata, “puchis”, por eso te cuento para que vos me ayudés—
—Pero ¿qué hay que hacer o qué?—
—Bueno la historia es la siguiente: según parece el primero de noviembre a media noche, víspera del día de muertos la yerbabuena florea —
— ¿Florea?—interrumpió Filán— si yo nunca e visto ninguna yerbabuena floreada—
—Pues ese es el asunto, solo ese día florea a media noche y durante cinco minutos—
—Pero, ¿qué tiene que ver eso con hacerse millonario, hombre?—
—A eso voy—continuó Víctor—uno tiene que estar ahí presente para ver la flor, que es blanca como la harina y desear tener mucha plata en el instante en que la flor se abre —
—Yo no veo porqué el alboroto si es algo tan sencillo—dijo Filán—vamos , vemos la flor y nos llenamos de plata—
—Si…pero hay algo que no te he dicho y aquí viene lo feo —
Filán se asustó pero no dijo nada, Víctor continuó.
—Tenemos que enfrentarnos al Diablo—
— ¿Al Diabloooo? a no ahí si, yo no le entro— se quejó el primo— ¿al Diablo, al mismísimo Pisuicas? no y no—
—Pero pensá en la plata, “puchis”, en los millones—
—A si en los millones, los millones, pensándolo bien con un par de litros se nos baja el susto ¿no crees querido primo? vamos “diuna vez” a ver esa dichosa flor y agarrarnos con el Patas — (parece que a Filán se le subieron los tragos al escuchar lo de los millones)
—Te dije que es el primero de noviembre y apenas estamos veintiuno de octubre—le recordó Víctor tomándose el último trago del litro que habían pedido.
Durante los siguientes días los dos primos no pensaron si no en los preparativos para la noche en que verían la flor de la yerbabuena y se harían millonarios no sin antes pelearse y vencer al Pisuicas por lo que consiguieron un par de crucetas y las guardaron en casa de Víctor, así como un crucifijo y una botella con agua bendita por si acaso sin faltar por supuesto el par de litros de guaro que daría valor a nuestros amigos. En las noches Víctor imaginaba como sería el enfrentamiento con lo que mas temía la mayoría de las personas, pensaba y se veía a si mismo librar una valerosa pelea contra el Diablo, venciéndolo después de mucho esfuerzo y se dormía soñando con los millones deparados por el hecho de observar la ya mencionada flor. Mientras Filán sin ninguna preocupación por el asunto solo esperaba el primero de noviembre a ver que pasaba.
Pues resultó que los días transcurrieron y en la fecha fijada se encontraron los dos aventureros otra vez en la cantina del pueblo, aun llovía en Santa Maria y el barro se encontraba por doquier. Dieron los últimos retoques a su plan, que si debían llevar paraguas o no que si Víctor afiló las crucetas y cosas por el estilo, luego de “calentarse” lo suficiente, salieron Filán y Víctor hacia la casa de este ultimo por sus cosas para ir a visitar la mata de yerbabuena elegida para el caso, esta se encontraba en propiedad de un señor llamado don Carlos era una finca ubicada al sur del centro donde su dueño poseía una granja, criaba vacas, gallinas, chanchos y demás animales.
Eran como las once de la noche cuando dos figuras se deslizaron en la oscuridad, a través de matorrales y entre los barreales del potrero de don Carlos, todo era silencio, a esas horas ni un alma permanecía despierta en aquel lugar, solo de vez en cuando se oía el ruido del vidrio de las botellas al chocar entre si, dentro de la alforja que cargaba Víctor, ya se habían bajado la primera de guaro y Filán se sintió impaciente.
—Apenas son las once y cuarto y tenemos que esperar hasta las doce ¿verdad?—
—Si—contestó Víctor pero no te preocupés llegamos a la mata de yerbabuena y ahí esperamos—
—Con el miedo que yo tengo no creo poder aguantar, me tiembla todo el cuerpo—
—Tomá zampate otro sorbo y sigamos, entre los dos nos daremos valentía—
Y así continuaron el trillo hasta llegar ante la mata, que despedía el aroma típico de aquella planta, se quedaron los dos paralizados frente a ella, desde allí podían ver a través de la penumbra la casa de don Carlos y su granja, todo dormía, solo los grillos y las candelillas interrumpían la noche calma, también los corazones de los primos golpeaban sus propios oídos al acelerarse cada vez mas, conforme pasaban los eternos minutos, ahí estaban de pie ante un futuro fenómeno que nadie había visto antes: el florecer blanco de la yerbabuena, aferraban las crucetas cada vez mas fuerte y del segundo litro no quedaba mas que un sorbo. Víctor con mano temblorosa sacó su reloj de bolsillo, faltaban dos minutos para la media noche, había cesado de llover y una brisa helada empezó a correr, moviendo las ramas de los arbustos que les rodeaban, aunque esto ocasionó un frío tremendo las caras de Víctor y Filán aparecían con finas gotitas de sudor, resbalando por sus mejillas, los segundos se escurrían y el susto era insoportable, se miraron mutuamente a punto de desistir, la idea de ser ricos se iba esfumando con el enorme miedo, ya no estaban preparados para la lucha, el reloj de Víctor dio las doce al mismo tiempo que el de la iglesia empezó sus doce campanadas, el viento se hizo mas fuerte, despegando una lata de zinc del encierro de los chanchos de don Carlos, uno de ellos asustado lanzó un grito tan estridente y largo que heló la sangre de los aventureros, tirando por allá crucetas, crucifijos y agua bendita, salieron “patas pa’ que te quiero” a una velocidad increíble y no pararon de correr hasta llegar a la casa de Víctor, hechos una pelota de barro y un manojo de nervios, con la temblorina provocada por el susto, se dieron la mano y prometieron no ambicionar nunca mas plata si eso implicaba tener que vérselas con el Patas, que con solo su horrible grito, sin necesidad de aparecerse, los había vencido y habían sentido mucho miedo.
FIN
Basado en un hecho real
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